Contexto: la corresponsabilidad educativa y la escuela de padres

En Colombia, la participación activa de los padres de familia en la educación de sus hijos (a través de las llamadas escuelas de padres) es un aspecto fundamental pero históricamente débil. La escuela de padres es un programa de formación y encuentros que las instituciones deben ofrecer a las familias, con el objetivo de involucrarlas en el proceso educativo de los estudiantes.

Dada la importancia de esta corresponsabilidad, la Ley 2025 de 2020 estableció que todas las instituciones educativas, públicas y privadas, deben implementar obligatoriamente las escuelas de padres en los niveles de preescolar, básica y media. Esta norma busca fomentar la participación de las familias para fortalecer la formación integral de niños y jóvenes, y ayudar a detectar y prevenir problemáticas que afecten su desarrollo (por ejemplo, violencia o abusos en el hogar).

A pesar del mandato legal y de la clara necesidad de la participación familiar, el mayor “dolor” o problema que enfrentan los colegios al implementar la escuela de padres es la falta de involucramiento y compromiso real de muchos padres de familia. Diferentes estudios y diagnósticos coinciden en que la escasa participación de los padres constituye el obstáculo más grave en la relación escuela-familia en Colombia.

 

Falta de compromiso y baja asistencia de los padres de familia

Numerosas instituciones reportan baja asistencia a las reuniones de padres y escaso acompañamiento de las familias en el proceso educativo. En la práctica, muchos padres no acuden ni participan activamente en las actividades de la escuela de padres. Por ejemplo, en un colegio privado cristiano del Valle del Cauca se observó que la mayoría de las familias veían al colegio y a los docentes como los únicos responsables de la educación de sus hijos, sin ser partícipes en los procesos formativos. Esta actitud se evidencia en detalles como que algunos padres ni siquiera envían los materiales solicitados para las actividades escolares de sus niños, mostrando poca o ninguna atención a las indicaciones del colegio.

Este problema de desinterés o desconexión de las familias ha sido documentado también en investigaciones académicas. Un estudio en dos colegios (uno en Pasto y otro privado en San Andrés) concluyó que existe “una falta de compromiso por parte de los padres con el acompañamiento escolar de sus hijos”, lo cual dificulta el aporte de la escuela de padres al proceso educativo. En otras palabras, el apoyo familiar en casa es débil o inexistente, y los espacios de formación para padres no se aprovechan porque muchos no asisten. Incluso cuando las instituciones organizan las escuelas de padres (por exigencia legal o iniciativa propia), enfrentan la apatía y baja participación de su comunidad de padres, lo que frustra los objetivos de estos programas.

 

Causas de la escasa participación de los padres

Las razones detrás de esta limitada participación parental son variadas. Entre los factores más comunes identificados en Colombia se encuentran:

  • Horarios laborales y falta de tiempo: Muchos padres y madres tienen jornadas de trabajo inflexibles que les impiden asistir a reuniones escolares o talleres para padres en horarios convencionales. Las exigencias del mundo laboral actual dificultan su presencia en actividades del colegio, especialmente en instituciones privadas donde ambos padres pueden trabajar tiempo completo.

  • Falta de información oportuna y orientación: En algunos casos, los padres no participan simplemente por desconocimiento de lo que pueden o deben hacer. Hay familias que no revisan a tiempo las circulares o comunicaciones del colegio y se enteran tarde de las reuniones, o no comprenden la importancia de estas. Esta falta de información y formación previa hace que no valoren la utilidad de la escuela de padres.

  • Baja sensación de pertenencia o relevancia: Cuando los padres no se sienten parte de la comunidad educativa, pueden percibir su participación como innecesaria. Algunos colegios históricamente han mantenido a los padres al margen de las decisiones o actividades (participación meramente testimonial en consejos escolares, por ejemplo), y esto mina la motivación de las familias para involucrarse. Si los padres sienten que su asistencia es “pérdida de tiempo”, es menos probable que asistan.

  • Desinterés o delegación total en la escuela: Como se mencionó, hay padres que dimitieron de su rol educativo y delegan todo en el colegio. Esta actitud se refleja en que consideran la educación exclusivamente responsabilidad de la institución y no acompañan las tareas ni procesos formativos en casa. En casos extremos, algunos padres ni siquiera saben en qué grado está su hijo, lo que ilustra una desconexión absoluta.

  • Dificultades de comunicación y diferencias con el colegio: No siempre escuela y familia están alineadas. Surgen diferencias de puntos de vista o desacuerdos con las políticas y propuestas de la institución. Cuando ha habido roces o los padres sienten que el colegio no toma en cuenta sus opiniones, pueden mostrarse reacios a participar. Asimismo, algunos padres se sienten juzgados o poco comprendidos por los docentes, generando distanciamiento.

  • Factores socioeconómicos y contexto familiar: En sectores rurales o de bajos recursos, otras circunstancias agravan la no participación. Por ejemplo, en una sede rural del Valle se vio que muchos padres son campesinos con largas jornadas en el campo; esto, sumado a bajos niveles de educación de los padres, dificulta que apoyen académicamente a sus hijos o asistan a la escuela de padres. Problemas familiares como hogares monoparentales o situaciones de violencia intrafamiliar también pueden limitar la interacción con el colegio. En general, cuando la familia enfrenta situaciones complejas, la participación escolar pasa a segundo plano.

Todos estos factores contribuyen al círculo vicioso de la poca corresponsabilidad: los padres no van a las escuelas de padres porque están ocupados, desinformados o desmotivados, y a su vez permanecen desinformados o desmotivados porque no participan de esos espacios donde podrían orientarse y comprometerse más.

 

Programas poco estructurados y apoyo institucional limitado

Otro aspecto crítico, ligado al anterior, es que muchas instituciones educativas no han desarrollado programas de escuela de padres atractivos o efectivos. Varias escuelas han visto la escuela de padres más como un requisito a cumplir que como una estrategia transformadora, lo que ha llevado a programas débiles que no enganchan a las familias. El estudio ya citado señaló, además de la falta de compromiso de los padres, que de parte de las instituciones no existían programas de escuela de padres bien estructurados para apoyarlos. Es decir, los colegios muchas veces carecen de metodologías adecuadas, contenidos relevantes o continuidad en estos programas, provocando que los padres los perciban como charlas poco útiles o simplemente rutinarias.

Algunas falencias institucionales comunes incluyen: bajas inversiones de tiempo y recursos en la escuela de padres, falta de personal capacitado (por ejemplo, orientadores o psicólogos) para liderar las sesiones, temarios poco pertinentes a las necesidades reales de las familias, y poca innovación en las estrategias de convocatoria. En ciertos colegios privados, podría sumarse la idea de que “los padres que pagan una pensión alta no quieren más obligaciones”, por lo cual los colegios evitan presionarlos demasiado para no incomodarlos. Esta combinación de programas poco efectivos y padres desmotivados refuerza el problema: ni la oferta de la institución ni la disposición de las familias han sido óptimas, perpetuando la brecha entre escuela y hogar.

 

Consecuencias y por qué es un problema grave

La escasa participación de los padres de familia en la educación tiene repercusiones directas en la calidad de la formación de los estudiantes y en la convivencia escolar. Numerosas investigaciones han comprobado que cuando los padres se involucran activamente en la educación de sus hijos, los niños obtienen mejores resultados académicos, mejoran su comportamiento y desarrollan actitudes más positivas hacia la escuela, traduciéndose esto en mayores probabilidades de éxito en la vida. Por contrapartida, la falta de ese acompañamiento familiar suele asociarse con un menor rendimiento escolar y mayores dificultades socioemocionales en los estudiantes. Desde problemas de disciplina en el aula hasta desmotivación por el estudio, muchas situaciones empeoran cuando el nexo hogar-colegio es débil. Los docentes se enfrentan solos a retos que requerirían el apoyo del padre o la madre en casa (hábitos de estudio, formación en valores, manejo de límites, etc.), sobrecargando la tarea de la escuela.

Además, la débil relación escuela-familia impide crear un frente común para abordar problemáticas serias que trascienden el aula. Por ejemplo, temas como el bullying, el consumo de sustancias, la sexualidad responsable o la prevención de la violencia doméstica requieren que padres y educadores trabajen juntos. Si los padres no participan en la escuela de padres, difícilmente reciben capacitación para detectar y prevenir situaciones de riesgo en el hogar. Precisamente, uno de los objetivos de la nueva ley de escuelas de padres es involucrar a las familias en la protección de los niños, ya que el hogar es a veces el escenario de riesgos como el maltrato o abuso. La ausencia de los padres en estos espacios formativos deja a muchos niños sin esa red de protección fortalecida.

En síntesis, el dolor más profundo de las instituciones educativas en Colombia respecto a la relación con los padres es la falta de una verdadera corresponsabilidad. Esto se traduce en padres ausentes o desconectados de la educación de sus hijos, lo que dificulta enormemente la implementación de la escuela de padres y, en general, el trabajo educativo conjunto. Las escuelas, tanto públicas como privadas, se ven obligadas por norma a crear estos espacios, pero su mayor desafío es lograr que los padres asistan, se interesen y asuman su rol. Mientras este desafío no se supere, continuará siendo un problema grave: un círculo en que los colegios cumplen con organizar la escuela de padres, pero muchos padres no están allí para aprovecharla, perpetuando la brecha entre la familia y la escuela en el proceso educativo colombiano.

 

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