La problemática de la violencia y el acoso escolar en Colombia ha cobrado relevancia en años recientes, destacando la necesidad de corresponsabilidad de los padres en la educación de sus hijos.
Diversos estudios y reportes oficiales evidencian un incremento preocupante de casos de bullying, agresiones físicas/verbales, abuso sexual, consumo de sustancias e incluso retos virales peligrosos dentro del entorno escolar. A continuación, se presenta un análisis detallado por nivel educativo, región y tipo de evento, incluyendo el impacto de la pandemia en la dinámica familiar y escolar.
Panorama General y Llamado a la Corresponsabilidad Familiar
- Incidencia a nivel país: Colombia se ubica entre los países con mayor cantidad de casos de acoso escolar en el mundo [1]. Un informe de la ONG Bullying Sin Fronteras reportó 8.981 casos graves de bullying en Colombia entre enero de 2020 y diciembre de 2021 [2]. En la medición más reciente (2023/24), esta cifra auditada subió dramáticamente a 41.500 casos, colocando a Colombia en el noveno lugar mundial en incidencia de bullying [3][4]. Se estima incluso que 7 de cada 10 niños colombianos sufren algún tipo de acoso (físico o cibernético) diariamente [5] – una tasa superior al promedio global (6 de cada 10).
- Necesidad de participación parental: Autoridades y expertos enfatizan que el acoso escolar “es un tema de todos” y que la corresponsabilidad familia-escuela es indispensable para enfrentar el problema [6]. En la evaluación de la Ley 1620 de 2013 (convivencia escolar) se halló una desarticulación entre instituciones educativas, autoridades y familias, lo que ha dificultado la prevención y atención eficaz de las múltiples violencias que afectan a los estudiantes [7]. El senador Pedro Flórez subrayó que sin el acompañamiento y participación activa de los padres en la detección de factores de riesgo, es imposible establecer un frente común para proteger a niños y adolescentes [6]. Muchos de los problemas (desde bullying hasta consumo de drogas) tienen raíz en entornos familiares disfuncionales o con padres desconectados de su rol de crianza, por lo que iniciativas como escuelas de padres –apoyadas por herramientas como Rudi– buscan cerrar esa brecha de compromiso.
Incidencia de Eventos por Nivel Educativo (Preescolar, Primaria, Secundaria)
Los datos indican que la frecuencia y gravedad de los eventos adversos aumentan con la edad del estudiante, siendo más comunes en secundaria que en primaria o preescolar:
- Preescolar: Los niños de educación inicial representan una proporción mínima de los casos de violencia escolar. Según el Sistema Unificado de Convivencia Escolar (SIUCE), en 2022 apenas alrededor de 5% de los reportes de abuso/violencia involucraron menores de 6 años [8]. No obstante, la presencia de cualquier caso a tan temprana edad es alarmante; el propio Ministerio de Educación anotó que las situaciones reportadas en edades de preescolar evidencian la necesidad de reforzar las rutas de atención integral desde los primeros años [9]. Esto sugiere que, aunque raros, existen incidentes (por ejemplo, maltrato o abuso) incluso en párvulos, generalmente ligados a entornos familiares o descuidos que se visibilizan en el jardín.
- Básica Primaria: En primaria comienzan a incrementarse los casos de acoso y agresión. Los registros oficiales muestran que los incidentes se hacen más frecuentes a partir de los 6–10 años. Por ejemplo, en 2022 se reportaron ~5.200 casos de abuso/violencia entre estudiantes de 6 a 10 años (aprox. 25% del total nacional ese año) [8]. En los primeros grados de primaria también se han documentado casos de abuso sexual: el SIUCE registró decenas de víctimas en 1.° a 5.° grado (p.ej., 66 en primero, 157 en quinto) dentro de las situaciones de violencia sexual acumuladas a 2023 [10]. Esto sugiere que, si bien el bullying y otras agresiones no son tan masivos en primaria como en secundaria, existen focos preocupantes – muchas veces vinculados a intimidación al “niño diferente”, maltrato físico en juegos o incluso abuso por parte de adultos allegados.
- Secundaria (básica secundaria y media): El grueso de los eventos adversos ocurre en secundaria. La adolescencia (11–17 años) concentra la mayoría de casos de violencia escolar reportados. Tan solo en 2022, más de 13.000 casos (≈70% del total) involucraron a estudiantes de 11 a 17 años [11]. La tendencia se refleja en todas las tipologías: el bullying físico y psicológico alcanza sus picos en torno a 7.° a 9.° grado (edades ~12–15) [11], y las situaciones de violencia sexual se concentran mayoritariamente en secundaria (74% de los casos de abuso sexual reportados hasta 2023 corresponden a víctimas en grados 6°–11°) [10][12]. Ejemplos extremos abundan en esta etapa: casos mediáticos de estudiantes de bachillerato que planearon agresiones graves a compañeros (p.ej., la agresión con fuego a un alumno en Envigado, Antioquia, por parte de compañeros de clase [13]) o golpizas colectivas en colegios de Bogotá que dejaron a una alumna con el rostro desfigurado [14]. La secundaria, por tanto, requiere especial atención, con programas de convivencia robustos y mayor involucramiento parental, dado que es cuando las dinámicas de grupo, cambios puberales y retos sociales hacen a los jóvenes más propensos a conductas violentas o de riesgo.
Cifras Nacionales vs. Región del Valle del Cauca
Las estadísticas oficiales permiten comparar la situación general del país con la de regiones específicas como Valle del Cauca, donde se implementará Rudi:
- Total de casos a nivel nacional: Según el SIUCE del Ministerio de Educación, en 2023 se registraron 43.026 reportes de situaciones de convivencia escolar a nivel nacional (sumando casos de abuso/violencia, consumo de sustancias y embarazo adolescente) [15]. De esos, 26.263 correspondieron a abuso o violencia (acoso escolar, peleas, maltrato, etc.), una cifra que continuó en ascenso tras la pandemia [16]. Estas estadísticas evidencian la magnitud del desafío en el país.
- Valle del Cauca: En el Valle del Cauca se observa un volumen importante de incidentes, concentrado principalmente en su capital. El sistema SIUCE reportó que, solo en 2023, la ciudad de Cali registró 3.861 casos totales de convivencia (incluyendo 3.042 incidentes de acoso o violencia escolar) [17]. Esto posiciona a Cali como la entidad territorial con más casos reportados en Colombia ese año. Por su parte, el resto del departamento del Valle del Cauca reportó 372 casos totales (242 de violencia, 85 de consumo de sustancias, 45 de embarazo temprano) en 2023 [18]. Es decir, Cali por sí sola concentró más del 90% de los reportes del departamento. En términos proporcionales, la problemática es más aguda en la urbe, probablemente por su mayor población estudiantil y factores de riesgo urbanos. No obstante, otras ciudades vallecaucanas no están exentas: por ejemplo, Palmira y Buenaventura han reportado situaciones de bullying y violencia, aunque en menor escala que Cali. Estos datos subrayan la importancia de focalizar esfuerzos tanto en Cali (donde el número de casos es masivo) como en los municipios más pequeños (donde quizás haya subregistro o menor capacidad institucional para atender casos).
- Comparativo con otras regiones: Las cifras históricas han señalado a Bogotá, Medellín y Barranquilla como otras zonas críticas. Durante 2020–2021, Bogotá concentró el 21% de los casos de bullying del país, Medellín un 13% y Barranquilla 12%, según la ONG Bullying Sin Fronteras [19]. Si bien Valle del Cauca (con Cali) no lideraba porcentualmente en ese periodo (Cali presentaba ~4% de los casos nacionales) [20][21], el incremento reciente en Cali es notorio. Esto podría reflejar una mejora en la notificación de casos en 2022–2023, pero también un deterioro de la convivencia post-pandemia en la región. A nivel nacional, departamentos como Antioquia, Boyacá, Meta y Valle figuran entre los de mayor número de procesos disciplinarios por violencia sexual en colegios (según la Procuraduría) [22], lo que indica que el fenómeno de abuso no es exclusivo de una región sino un problema país.
Tendencias 2020–2025 e Impacto de la Pandemia en la Convivencia
El periodo de la pandemia de COVID-19 (2020–2021) y la posterior vuelta a la presencialidad han tenido un efecto significativo en la dinámica de la violencia escolar y familiar:
- Disminución inicial durante el confinamiento: En 2020 y 2021, con los estudiantes en casa por largos periodos, las escuelas reportaron muchos menos incidentes presenciales. Los registros de abuso/violencia escolar cayeron a 6.138 casos en 2020 y 5.995 en 2021, comparados con 9.837 en 2019 [16]. Esta reducción de ~40% se atribuye al aislamiento: al no haber interacción diaria en las aulas, bajaron las peleas y el bullying físico tradicionales. Sin embargo, este descenso en la violencia escolar visible escondió otros problemas crecientes durante el encierro, especialmente en el hogar y en entornos virtuales.
- Aumento drástico post-2022: Con la reapertura de colegios en 2022, los conflictos reprimidos explotaron en las aulas. Ese año Colombia registró 20.506 casos de abuso o violencia escolar, cuadruplicando las cifras del año anterior [16]. En 2023 los casos aumentaron aún más a 26.263 [16]. Autoridades locales reportan incrementos sostenidos: por ejemplo, en Bogotá se registraron en promedio 21 riñas diarias entre estudiantes durante julio de 2024, totalizando 647 casos solo en ese mes (un 18% más que en julio 2023) [23]. Expertos señalan que los dos años de cuarentena afectaron las habilidades socioemocionales de los jóvenes; muchos volvieron a la escuela con dificultades para entender normas de convivencia y resolver conflictos pacíficamente [24][25]. La readaptación fue especialmente dura para niños que perdieron años clave de socialización. “Es prácticamente como volver al principio”, describe una trabajadora social sobre el comportamiento de niños desde preescolar hasta grado 8 tras el aislamiento [26]. En toda Latinoamérica se observó el mismo fenómeno: tras la reapertura, las denuncias de acoso escolar aumentaron significativamente según autoridades escolares de países como Chile, Venezuela y México [27]. Colombia no fue la excepción.
- Alteraciones en la estructura familiar: La pandemia no solo afectó la vida escolar, también impactó a las familias, muchas de las cuales enfrentaron estrés económico, duelo, teletrabajo y sobreexposición a pantallas. Estudios han evidenciado cambios en hábitos y dinámicas de crianza durante este periodo. Un estudio global (ParentsTogether, 2021) reveló que 48% de los niños pasaban más de 6 horas diarias en línea durante la pandemia, un aumento de casi 500% frente a la era pre-COVID [28]. En Colombia, UNICEF advirtió que el aumento en tiempo de pantalla se asoció a mayor inactividad física y posibles efectos negativos en la salud mental infantil [29]. Padres encuestados reportaron preocupación por la adicción a dispositivos, exposición a contenido inapropiado y ciberacoso durante el aislamiento [30]. Al mismo tiempo, el encierro prolongado incrementó la violencia intrafamiliar y el riesgo para menores dentro del hogar. La ONG Bullying Sin Fronteras destaca que durante la pandemia “crecieron los casos de abuso sexual contra niños y adolescentes en sus propias casas durante el confinamiento”, así como problemas de depresión juvenil y agresividad generalizada en chicos y chicas [31]. Muchos de estos problemas domésticos repercuten luego en el entorno escolar: niños que vivieron violencia o descuido en casa regresaron con traumas o conductas agresivas aprendidas, y sin una adecuada intervención familiar es más probable que se involucren en peleas, acoso a pares u otros comportamientos disruptivos.
- Mayor visibilización vs. subregistro: Un aspecto positivo pospandemia es que ha mejorado la detección y reporte de casos en las instituciones. La notoria alza de cifras en 2022–2023 puede reflejar no solo más incidentes, sino también que más colegios están usando herramientas como SIUCE para reportarlos [32]. De hecho, el Ministerio de Educación ha venido fortaleciendo la implementación del SIUCE en todo el país (formando a miles de docentes y directivos), lo que ha llevado a un aumento en los registros oficiales [33][34]. Es decir, hoy sale a la luz lo que antes podía estar oculto o mal manejado internamente. No obstante, la Defensoría del Pueblo ha advertido que muchos casos aún no se atienden oportunamente o se quedan en escalas bajas de reporte, por discrecionalidad de los colegios en evaluar la gravedad [35]. La combinación de más casos reales y mayor visibilización configura las elevadas cifras actuales, demandando respuestas integrales.
Tipología de Eventos Adversos: Cifras Clave (2020–2023)
A continuación, se desglosan los tipos principales de eventos adversos en las instituciones educativas y sus métricas recientes, todos ellos relacionados de algún modo con la falta de acompañamiento adulto y la corresponsabilidad de los padres:
- Bullying (acoso escolar) y violencia física/verbal: El bullying continúa siendo la forma de violencia escolar más difundida. Según PISA 2018, 32% de estudiantes colombianos reportaron haber sufrido acoso en el colegio [36], uno de los porcentajes más altos de la OCDE. Las agresiones físicas y psicológicas entre pares son cotidianas: solo en 2022, las escuelas colombianas registraron 5.888 casos de violencia física y 3.778 casos de violencia psicológica (hostigamiento verbal, intimidación, etc.) [37]. Para 2023 esas cifras aumentaron a 7.398 (físicas) y 5.604 (psicológicas) respectivamente [37]. Este incremento post-pandemia corrobora lo observado en entornos locales; por ejemplo, la Secretaría de Educación de Bogotá reportó un +158% en casos de hostigamiento escolar en 2022 frente a 2019 [38]. Las consecuencias son severas: lesiones personales, deserción escolar y afectaciones en salud mental (miedo, depresión, baja autoestima e incluso ideación suicida en las víctimas) [39][40]. Colombia ocupa el 2.º lugar en Latinoamérica en exposición al bullying (solo detrás de R. Dominicana) [1], por lo que atajar las agresiones entre estudiantes es prioritario. La violencia escolar no solo se da estudiante-estudiante; en ocasiones, grupos de alumnos llegan a agredir a profesores o personal – manifestación extrema de la pérdida de respeto y autoridad en el aula.
- Ciberacoso y riesgos digitales: El acoso trasciende ahora las paredes del colegio mediante redes sociales, chats y juegos en línea. La proliferación de ciberbullying se aceleró con el uso intensivo de pantallas durante la pandemia. Trolls y perfiles anónimos hostigan a menores las 24 horas, incitando incluso al suicidio; se les atribuye parte de las 200.000 muertes anuales por bullying en el mundo [41][42]. En Colombia, se reportaron 1.515 casos de ciberacoso en el ámbito escolar solo en 2022 (dato Procuraduría) [43]. La exposición temprana y sin supervisión a Internet también ha traído los “retos virales” peligrosos a las escuelas. Un caso reciente en Bogotá puso en alerta a las autoridades: un niño de 12 años casi muere asfixiado en 2024 intentando cumplir un reto de Internet reproducido por compañeros en el colegio [44][45]. Este tipo de desafíos (muchos propagados por TikTok u otras plataformas) incentivan conductas temerarias o violentas – desde juegos de asfixia, consumo de sustancias, hasta agresiones filmadas. Padres y docentes han advertido también de retos que incitan a la indisciplina y falta de respeto, como el reto de “acosar al maestro” conocido en algunas instituciones (donde estudiantes hostigan o hacen falsas acusaciones contra profesores para ganar notoriedad). Si bien es difícil cuantificar estos fenómenos, cada vez que un reto se viraliza se ven picos de incidentes aislados pero graves. La reacción institucional ha sido reforzar la educación digital y controles: el MinEducación incluso lanzó campañas en redes sobre este tema en 2023 [46]. Aún así, un estudio iberoamericano menciona que cerca del 8% de los adolescentes admite haber participado en retos virales peligrosos [47]. La prevención requiere, de nuevo, que los padres estén atentos al consumo digital de sus hijos y dialoguen sobre estos contenidos.
- Abuso y violencia sexual: Uno de los apartados más sensibles y complejos. Las denuncias de abuso sexual en entornos educativos han aumentado de forma alarmante desde 2021. El SIUCE registra que pasaron de apenas 5 casos en 2020 (año de colegios cerrados) a 785 en 2022, y 1.213 casos en 2023 [48]. En total, 2.073 incidentes de violencia sexual contra NNA fueron reportados por establecimientos educativos entre 2020 y 2023 [48]. Vale aclarar que “violencia sexual” incluye desde acoso verbal de connotación sexual, tocamientos, hasta abuso y violación. ¿Quiénes son los agresores? Mayoritariamente personas cercanas al menor pero fuera del personal escolar. En 2022, por ejemplo, del total de casos de abuso/violencia (no solo sexual) reportados en SIUCE: 49% tuvieron como presunto agresor a un familiar, 37% a otro alumno, 14% a un externo (p. ej. vecino, conocido) y apenas 0,3% a personal administrativo/docente [49]. No obstante, la atención pública se ha centrado en estos últimos debido a varios escándalos y denuncias recientes contra docentes. En 2023, se registraron al menos 73 casos donde el agresor señalado fue un profesor/administrativo (frente a 59 en 2022) [49]. Cada denuncia de este tipo activa de inmediato las alarmas legales: por norma, el docente acusado debe ser suspendido preventivamente mientras se investiga. Esto ha llevado a situaciones complejas: algunas denuncias resultaron ser falsas o infundadas, originadas en venganzas o en el “reto” de hacer caer al maestro. Por ejemplo, la Procuraduría informó en 2022 que 145 funcionarios educativos estaban siendo investigados como presuntos agresores sexuales de estudiantes [50], pero no todos terminaron sancionados; algunos casos correspondían a acusaciones no probadas que de cualquier forma causaron daño reputacional y rompimiento de la confianza. Las instituciones se encuentran en una encrucijada entre proteger al menor (siempre debe prevalecer el principio de protección) y garantizar el debido proceso al docente. Aquí de nuevo la corresponsabilidad es clave: ¿dónde estaban los padres? ¿qué señales dieron los niños antes? Una robusta alianza padres-colegio podría tanto prevenir abusos reales (detectando a tiempo conductas extrañas de un docente, por ejemplo) como desestimular acusaciones falsas, inculcando en los jóvenes valores de respeto y sinceridad.
- Consumo de sustancias psicoactivas (drogas y alcohol): El abuso de drogas en edad escolar es otro evento adverso en aumento, relacionado con entornos familiares y comunitarios de riesgo. Durante la pandemia, curiosamente, los reportes escolares de consumo bajaron (solo 701 casos en 2021, cuando la mayoría de estudiantes estaba bajo supervisión en casa) [51]. Pero al retornar la presencialidad, los casos explotaron: 6.350 reportes de consumo de SPA en 2022 y cifra similar (6.435) en 2023 [51]. En total, la última década acumuló más de 34 mil casos registrados de uso de sustancias en estudiantes [51]. Las drogas más involucradas son marihuana, alcohol y sustancias inhalables, según observatorios nacionales. El fácil acceso en entornos cercanos a los colegios y la falta de supervisión adulta tras la jornada escolar contribuyen al problema. Además, muchos jóvenes lidian con los traumas post-pandemia recurriendo a sustancias como escape. Nuevamente, la familia juega un rol: la ausencia de control parental, la permisividad o el desconocimiento de con quién andan los hijos inciden fuertemente en que experimenten con drogas. Programas de prevención en colegios suelen involucrar a padres precisamente para capacitarlos en detección temprana de consumo (cambios de conducta, amistades, etc.). Cabe destacar que el consumo de SPA en estudiantes se vincula también a otras violencias: por ejemplo, en entornos donde hay microtráfico cerca de escuelas, se reportan más casos de riñas y porte de armas entre alumnos. Por ello, esta problemática debe atenderse de manera integral, con colegios, padres, autoridades de salud y policía trabajando de la mano.
Conclusiones: Hacia Entornos Escolares Seguros mediante la Corresponsabilidad
Las cifras expuestas confirman que Colombia enfrenta una crisis de convivencia escolar en distintos frentes: acoso, violencia física y sexual, y adicciones, exacerbados en parte por las secuelas de la pandemia. Detrás de estas problemáticas subyace a menudo la fractura en la relación entre familia y escuela. Como cuestiona el planteamiento inicial: ¿dónde queda la corresponsabilidad de los padres en todo este proceso? Queda claro que debe estar en el centro de la solución.
La legislación educativa colombiana ya reconoce esta corresponsabilidad – la Ley 1620 insta a los padres a participar en comités de convivencia y escuelas de padres – pero en la práctica hay desconexión y excusas frecuentes para no involucrarse. Iniciativas como Rudi buscan precisamente “eliminar las posibles excusas de participación” de las familias, facilitando su acompañamiento activo en el proceso educativo de sus hijos. Esto implica brindar a los padres orientación clara, formación en crianza y canales de comunicación permanentes con el colegio.
En síntesis, los datos invitan a tomar acción conjunta:
- Fortalecer la alianza padres-colegio: Está demostrado que cuando la familia se involucra (supervisa tareas, conoce el entorno escolar, asiste a reuniones/escuela de padres), disminuyen los casos de bullying y mejora la disciplina. La corresponsabilidad no es opcional; como lo señaló el Congreso, sin la participación y acompañamiento de las familias es imposible detectar y prevenir muchos factores que propician la violencia escolar [52]. Programas como Rudi pueden ser un puente innovador para involucrar a padres ocupados o desvinculados, mediante desafíos, contenidos y acompañamiento adaptados a sus necesidades.
- Prevención desde la primera infancia: Aunque la mayoría de casos ocurre en secundaria, las bases de la sana convivencia se ponen en preescolar y primaria. Allí es fundamental que los padres trabajen en habilidades socioemocionales de los niños (empatía, manejo de frustración) y que estén atentos a señales de alarma (cambios de comportamiento, agresividad repentina, regresiones). Los desafíos de crianza pospandemia incluyen reenseñar a muchos niños a socializar; los padres deben reforzar en casa valores de respeto, y los colegios ofrecer apoyo psicosocial a quienes presenten dificultades de readaptación.
- Educación digital y monitoreo de contenidos: Dado el alto uso de pantallas, la alfabetización digital de padres e hijos es urgente. La prevención de ciberacoso y retos virales comienza con padres informados sobre lo que sus hijos consumen en línea. Iniciativas de acompañamiento deben enseñar a establecer límites sanos de tiempo de pantalla y a conversar abiertamente sobre los peligros de Internet. Así se evita que TikTok o YouTube críen solos a los adolescentes.
- Respuesta institucional eficaz: Las escuelas e instancias gubernamentales deben seguir mejorando la ruta de atención de estos casos. Los protocolos (comités de convivencia, líneas de denuncia, SIUCE) están en marcha, pero su efectividad depende de la confianza y uso que les den estudiantes y padres. Urge capacitar a las familias en cómo denunciar y cómo actuar ante bullying o sospecha de abuso (por ejemplo, muchos padres desconocen que pueden acudir a la Personería, ICBF o Procuraduría si perciben inacción del colegio). La rendición de cuentas periódica de cuántos casos se atienden y con qué resultado en cada región también fomentará mayor corresponsabilidad y veeduría social.
En conclusión, las métricas muestran una realidad dura pero reversible. Detrás de cada número hay un niño o niña que necesita protección y formación. Las instituciones educativas solas no pueden con todo: requieren que los padres asuman su rol como primeros educadores y cuidadores. Si familia y escuela trabajan de la mano –apoyados por herramientas tecnológicas como Rudi que faciliten esa unión– será posible reducir significativamente el bullying, las violencias y demás eventos adversos, construyendo entornos escolares más seguros y una generación de jóvenes más saludables en lo emocional y social.
Fuentes:
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Ministerio de Educación Nacional – Sistema Unificado de Convivencia Escolar (SIUCE), Informe 2023 – Datos 2019–2023 sobre casos de abuso, acoso y violencia escolar es.scribd.comes.scribd.com; registros de violencia sexual tipo III es.scribd.com; desagregación por agresor es.scribd.com.
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Bullying Sin Fronteras, Informes 2020–2021 y 2023 – Cifras de casos graves de acoso escolar en Colombia pares.com.co bullyingsinfronteras.blogspot.com.
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Senado de la República (Comisión VI, Nov. 2022) – Debate sobre acoso escolar y Ley 1620: porcentaje de casos por ciudades, posición de Colombia en OCDE, llamado a corresponsabilidad senado.gov.cosenado.gov.co.
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Secretaría de Educación de Bogotá – Reportes de convivencia: incremento de casos de hostigamiento en 2022 vs. 2019 educacionbogota.edu.co; casos de violencia física en 2024 infobae.com.
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Voz de América (mayo 2022) – Análisis de aumento de acoso escolar pospandemia en Latinoamérica vozdeamerica.comvozdeamerica.com.
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Infobae (febrero 2022) – “Colombia es uno de los países con más casos de acoso escolar en el mundo”: casos 2020–21 y ciudades más afectadas infobae.cominfobae.com.
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Pares (8/2022) – “Radiografía del bullying en Colombia”: casos emblemáticos y efecto del regreso a clases pares.com.copares.com.co.
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Procuraduría General (2022) – Alertas sobre violencia sexual contra menores en colegios públicos (Pronunciamientos Día Mundial Prevención Abuso Sexual) procuraduria.gov.co.
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Estudios y encuestas sobre uso de pantallas en pandemia: ParentsTogether 2021 (Infobae, jun/2021) infobae.com; UNICEF 2020 (recomendaciones sobre tiempo de pantalla) unicef.org.
-
Casos de retos virales: Infobae (ago/2024) – estudiante de 12 años casi asfixiado en Bogotá por reto de Internet infobae.cominfobae.com; La FM (jul/2022) – aumento de bullying pospandemia pares.com.co.
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Otros datos de contexto: DANE, boletines de deserción y bienestar; Observatorio de Convivencia Escolar; entrevistas a expertos (COLPSIC, etc.) sobre impacto emocional del bullying pares.com.co.