Uno de los aspectos fascinantes de la pedagogía Waldorf y la medicina antroposófica es la forma en que abordan la educación desde el movimiento y la imagen. Esta corriente piensa firmemente que cada actividad física, cada imagen que nuestros hijos e hijas perciben en sus primeros años de vida, es una valiosa semilla que germinará en fructíferos árboles de conocimiento.
Te has preguntado alguna vez cómo ven los pequeños de un año el mundo que les rodea. ¿Te has detenido a observar su asombrosa capacidad para descubrir, experimentar y aprender de todo lo que está a su alcance? Hoy, hablaremos de iniciar el pensamiento sensorial desde el primer año de vida, una etapa esencial para el desarrollo de tu hijo o hija.
Hola a todos. Seguramente, como padres, cuidadores y docentes, siempre nos cuestionamos cómo podemos inculcar la ética y los principios morales a nuestros pequeños. ¿Sabías que esta esencial formación puede empezar desde el primer año de vida? Sí, leíste bien, la formación del juicio moral en nuestros bebés es un proceso que comienza desde que empiezan a explorar su entorno.
No hay nada más encantador que sorprenderse con la belleza que nos rodea a diario, la más sincera y verdadera, la que pasa a menudo desapercibida. Esta belleza, como una caricia para el alma, se encuentra en los colores, formas, sonidos y movimientos, incluso en la risa de un bebé. Por eso, es tan valioso que desde el comienzo de sus vidas podamos ayudar a nuestros pequeños a descubrir y percibir esta belleza en todo lo que los rodea.
Olvida las reglas y deja que la creatividad vuele: impulsar la imaginación y la fantasía en los niños es clave para una crianza consciente. En el mundo sobrecargado de información y estimulación en el que vivimos, es fundamental recordar y revalorizar la potencia transformadora de la imaginación y la fantasía, especialmente durante los primeros años de vida. Pero, ¿cómo podemos incorporar estos elementos en nuestra rutina cotidiana y qué beneficios traen a nuestros niños y niñas en etapa de desarrollo?
¿Has llevado alguna vez a tu bebé a la guardería por primera vez y te has sentido como si el corazón se te saliera del pecho? Puede que te sientas agobiada/o, que no puedas dejar de pensar en lo que se siente tu pequeño/a al separarse de ti. Este es un sentimiento común en nosotros, madres y padres. A veces, olvidamos que nuestros bebés también poseen una rica vida emocional. Hoy exploraremos lo qué sucede en este mágico y, a veces, angustioso periodo de transición hacia la autonomía emocional.
A menudo nos encontramos absortos observando cómo nuestros pequeños durante el primer año de su vida, intentan emular cada uno de nuestros movimientos e imitar nuestros hábitos. Esta admiración e imitación son claves para su aprendizaje. ¿Cómo podemos, como figuras de autoridad, emplear esto para su máximo beneficio?
El primer año de vida de un bebé es un período maravilloso y trascendental, lleno de primeras veces y de un sinfín de emociones. Durante estos meses, se empiezan a cimentar los primeros y más profundos vínculos afectivos, especialmente con sus cuidadores. Efectivamente, al igual que un árbol necesita raíces firmes para crecer y sostenerse, un bebé necesita un vínculo afectivo seguro para desarrollarse de manera plena y saludable.
¿Cuántas veces nos encontramos atrapados en la rutina y nos olvidamos del placer de jugar?
Imaginemos un día en nuestra vida. Amanecemos, la alarma suena, listos para despertar y comenzar con una serie de tareas y responsabilidades. Nos levantamos, nos preparamos y nos disponemos a afrontar el trabajo del día. ¿No sería maravilloso si pudiéramos afrontar cada día con una sensación de alegría y equilibrio, sabiendo que nuestras fuerzas vitales se nutren con cada actividad que realizamos?